viernes, 8 de diciembre de 2017
Quiero salir de aquí.
Hace días que no salgo de casa. Pero, ¿para qué salir? No le encuentro ninguna utilidad; no creo que haga que me sienta mejor. No estoy bien, pues claro que no. Pero salir no me haría sentir mejor, creo yo.
Hace meses que te fuiste. Pero creo que no sólo te fuiste tú. También mis anhelos, mi alegría, mis ganas. Mis ganas de vivir. Te llevaste parte de mí contigo, porque éramos una, ¿recuerdas?
No hay nadie a mi alrededor que consiga hacerme sentir bien.
Mírame, qué asco. En qué me he convertido. Siempre es lo mismo, día tras día. Quiero salir de aquí, que mi vida recobre el sentido que tenía, no sé.
Y supongo que yo estaba a tu merced. Podías hacer lo que quisieses conmigo. Y lo hiciste.
Y no podía dejar de seguirte. Como perro callejero que no conoce otra vida que esa. Como fiel abeja que sigue haciendo lo que le han enseñado sin cuestionarlo. Nunca he sido buena organizando mis sentimientos, ni tampoco en describirlos.
Supongo que ahora que te fuiste es más simple. De la lista de sentimientos, tachaste para siempre alegría, júbilo, euforia, tranquilidad.
Eso ya no existe en mi vida. Y remarcaste con fosforito miedo, soledad, indiferencia, tristeza, frío. Muchas veces siento como si tuviese un hoyo negro en el pecho. Entre lo que entre, nada me hace reaccionar. Creo que se podría definir como que una parte de mí ha muerto, aún estando viva. Y lo peor es que no puedo trasplantarme nada. No hay nada que hacer. No le veo la salida. Estoy en un túnel con las salidas bloqueadas. Y de ahí nada me saca.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)