Nunca he vuelto a ser la misma. Me hice fuerte pero inevitablemente cuando los demonios aparecen de nuevo, vuelvo a hacerme pequeñita. Las cicatrices se apoderan de mí y no sé cómo escapar de ahí.
Mi mente sigue siendo mi peor enemigo y las secuelas que me dejaste el peor de los castigos.
Las infidelidades, la gente piense que duelen un determinado periodo de tiempo, cuando realmente la herida es para toda la vida. Cicatriza pero siempre escuece. El dolor no es solo ver cómo quebrantan en mil pedazos tu confianza, sino el tormento con el que cargas desde preciso momento.
Si es dificil de por sí cargar con los miedos, imagina tratar de explicarlos, hablar de ellos y el daño que hacen al quedarse, en cada cosa que te hace feliz y no disfrutas. El nudo en la garganta permanece, reaparece y me paraliza.
No es fácil que me entiendan. Detrás de cada rayada, hay una inseguridad, un miedo imposible de controlar. Yo no he elegido esto, soy la primera que necesita volver a sentir paz, disfrutar y pienso ganar.