martes, 3 de noviembre de 2015

Hemos cambiado.


No entiendo la manía que tenemos de aferrarnos con tanta fuerza al pasado.
Algunas veces por nostalgia, otras por aburrimiento, nos da por releer palabras que un día fueron nuestras, viajamos a través de fotografías, incluso derramamos alguna que otra lágrima  mientras sujetamos un objeto que en su día fue el mayor tesoro que encontramos (por alguien).
Nos preguntamos que habría sido de nosotros si hubiésemos escogido otro camino. Si nos hubiésemos arriesgado. Si no hubiésemos tenido miedo a decir te quiero, o si lo hubiésemos dicho.
Nos imaginamos una vida diferente a la que tenemos, recordando besos que no se dieron, o que se quedaron por dar.
Sobretodo nos aferramos a lo que fue y ya no es. A lo que nunca fue, bien porque no pudo o porque no quisimos.
Y por momentos la curiosidad nos sorprende tratando de adivinar si cometimos un error, si aún estamos a tiempo de intentarlo una vez más; o si ya no tiene sentido.
No entiendo la manía que tenemos de hacer las cosas tan difíciles.
Como si nunca fuera suficiente con lo que tenemos, como si no bastara con mirar a la persona en la que nos hemos convertido con profunda satisfacción.
Todo es más sencillo, todo es más fácil.
Jamás volveremos a ser quienes fuimos. Dijimos no porque en su momento quisimos decir no, o simplemente no tuvimos más remedio que hacerlo.
Nos arriesgamos porque entonces nos parecía la locura más bonita del mundo.
Elegimos ese camino porque entendimos que era el que debíamos seguir.
Pasamos páginas y cerramos heridas por nuestro propio bien, no tiene sentido volver atrás, ni revisar las cicatrices para ver si están cerradas del todo.
Es cierto que a veces el pasado vuelve a nosotros sin buscarlo. Y sentimos la tentanción y la necesidad de abrazarlo y sentarnos a contar viejas historias que sin duda alguna nos hicieron felices.
No podemos evitarlo, pero siempre se nos olvida lo importante, y es que son eso, viejas historias, que no regresarán.
Pero al final, algún día, comprendemos que cerrar la ventana nos protege del frío de madrugada, observamos el hoy y nos sentimos grandes supervivientes de lo pasado.
Hasta aquí hemos llegado, hemos caído, nos hemos levantado, hemos seguido hacia delante, hemos cambiado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario