domingo, 28 de enero de 2018
Disappear.
Desaparecer. ¿Cuántas veces habremos pensado en hacerlo? ¿Cuántas veces hemos sentido que sobrábamos en un sitio y hemos querido hacerlo?
O simplemente, ¿cuántas veces hemos pensado en desaparecer solo por el hecho de ver quién nos echaría de menos? Tantas cosas se nos pasan por la cabeza con esa palabra...
La verdad es que hace bastante tiempo que lleva presente diariamente en mi cabeza.
A veces con unos motivos, otras con otros, pero siempre está conmigo.
Y duele.
Duele levantarte cada día y pensar "¿habrá algo hoy que merezca la pena?", "¿acabaré el día sin decepcionarme con alguien?", y duele más aún cuando esas decepciones de las que hablo siempre vienen de las mismas personas, y aún así, sigan doliendo como si de un puñal en mi espalda se tratase.
Duele porque la palabra desaparecer para ellxs probablemente no supondría una pérdida, sino un alivio, y duele más aún porque su ausencia sabiendo que están, o más bien su indiferencia, es incluso más dolorosa.
Duele porque nadie sabe lo que callo, la de dolor que he aprendido a transformar en la sonrisa más "real" posible como escudo de batalla ante esta guerra que hace tiempo que debí abandonar. Al final va a ser cierto, irse también es de valientes.
Sé que es inútil luchar por algo que a simple vista ya está perdido, pero al fin y al cabo, la heridas de guerra son las que nos hacen aprender y ser fuertes, ¿no?.
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