sábado, 29 de junio de 2019

Conseguimos hacer magia.

Imagen de quotes, grunge, and sad

Siempre he creído en el destino.

Existen más de siete mil millones de personas en el mundo y justo tuvieron que coincidir aquellas dos con unas familias con recuerdos en común.

Lo siento, pero me niego a pensar que esto es casualidad.

Pero, si el destino nos unió y quiso que nos hiciesemos felices, ¿por qué meses después decidió rompernos de esta manera?
He visto torres más altas caer y levantarse de manera triunfal de esa caída y duele ver como todo esto se ha convertido en una granada que tarde o temprano explotará formando el mayor desastre que he visto nunca. Y no es justo.

Nos salvamos. Nos dimos la mano cuando nos estábamos ahogando y sin saber bien cómo ni por qué, sanamos nuestras heridas y volamos juntos.

Cuando no quería hablar con nadie llegaste tú, con tu plan loco de llevarme a París. Y sin darte cuenta me estabas sacando una de esas sonrisas que arreglan el día. Así, sin más. Consiguiendo hacer fácil lo que parecía difícil por no decir imposible.

Me salvaste de mis miedos, de las nubes negras, de mis rarezas y mis calentamientos de cabeza. De cuando estuve más allí que aquí, y de esos días en los que no he podido más.

Porque llegaste tú justo cuando yo estaba a punto de tocar el suelo. Y desde entonces ya no tengo tanto miedo desde el cielo.

Y por eso ahora me cuesta volver de nuevo, porque juntos conseguimos hacer magia.

Ya sabes, reír sin parar, darnos cuenta de que sólo estábamos los dos, que no hacía falta nada más. Que no importaba el lugar, ni la hora, ni el cansancio que teníamos encima. Que lo único importante es que estábamos juntos y que podíamos hacernos felices en una simple cama. Y no precisamente comiéndonos a besos, aunque también.

Nos comimos a risas. A carcajadas. A abrazos. Incluso a guerras de pedos. Y nos dimos cuenta de la verdadera felicidad. Recordamos que el amor es mucho más que hacerlo, que también hay que sentirlo, vivirlo y cuidarlo. Y nosotros sabíamos cómo.

Descubrimos lo maravilloso que era, simplemente, hacernos felices. Y que son esos instantes los que se quedan grabados para siempre, guardándose como un momento especial y bonito.

Y ahí, ahí fue cuando descubrí que el amor, el amor verdadero, sí existe. Y que éramos nosotros juntos.

Y por eso, sigo luchando en esta guerra interna por ti, aunque no sé por cuánto tiempo, porque una parte de mí dice que sí, la otra dice que no y no sé cuál tiene más fuerza.

Nos quedaban tantos planes por cumplir que no concibo la idea de que posiblemente no vayamos a hacerlos. No concibo la idea de visitar un día París y no ser tu mano la que vaya a sostener la mía. Me atrevería a decir que no sé si seré capaz de ir sin ti.

No quiero tener que esperar más tiempo porque esta incertidumbre convertida en incógnita constante me está matando y duele porque nunca me había sentido tan viva como a tu lado.

Ojalá el destino vuelva a juntar los pedazos que un día unió. Para hacerle frente todo lo que venga sin tener que volver a separarnos, porque juntos somos formamos el mejor equipo.

Mientras tanto, tal y como me dijiste hace un mes y medio "solo me queda rezar para que esto salga bien".

lunes, 10 de junio de 2019

Dime que aguantamos un segundo asalto.


Imagen de neon lights and love myself

Vuelvo a encontrarme en guerra conmigo, ¿a quién debo hacer caso esta vez, a mi mente o a mi corazón?

Sin darme cuenta me enfrento una vez más a la pantalla del móvil, con las ganas de escribirte intactas. Mi mente me repite una y otra vez que no lo haga, pero ya sabes quien acaba ganando siempre, sí, mi corazón. Ese que nunca ha entendido las despedidas y mucho menos la tuya, no concibe la incertidumbre de no saber si esto es un adiós o un hasta luego.

Juro que he tratado calmarle, calmarme, salvar mi vacío, pero todo es tan frío desde que no estás aquí.

Fuiste mi hogar, mi refugio, y no sabes lo que duele sentirse desnuda y sola entre tanto cristal roto, con las alas rotas sin un rumbo seguro hacia el que impulsarme a volar.

Desde tu partida, las noches duelen un poco más de lo que solían. Porque ya nunca me siento en casa,   porque casa eras tú, cada vez que me abrazabas y me besabas en la frente, mientras el brillo de tus ojos delataba lo mucho que me querías.

Vuelve, desvistámonos a pedazos y dime que aguantamos un segundo asalto.