
Vuelvo a encontrarme en guerra conmigo, ¿a quién debo hacer caso esta vez, a mi mente o a mi corazón?
Sin darme cuenta me enfrento una vez más a la pantalla del móvil, con las ganas de escribirte intactas. Mi mente me repite una y otra vez que no lo haga, pero ya sabes quien acaba ganando siempre, sí, mi corazón. Ese que nunca ha entendido las despedidas y mucho menos la tuya, no concibe la incertidumbre de no saber si esto es un adiós o un hasta luego.
Juro que he tratado calmarle, calmarme, salvar mi vacío, pero todo es tan frío desde que no estás aquí.
Fuiste mi hogar, mi refugio, y no sabes lo que duele sentirse desnuda y sola entre tanto cristal roto, con las alas rotas sin un rumbo seguro hacia el que impulsarme a volar.
Desde tu partida, las noches duelen un poco más de lo que solían. Porque ya nunca me siento en casa, porque casa eras tú, cada vez que me abrazabas y me besabas en la frente, mientras el brillo de tus ojos delataba lo mucho que me querías.
Vuelve, desvistámonos a pedazos y dime que aguantamos un segundo asalto.
Juro que he tratado calmarle, calmarme, salvar mi vacío, pero todo es tan frío desde que no estás aquí.
Fuiste mi hogar, mi refugio, y no sabes lo que duele sentirse desnuda y sola entre tanto cristal roto, con las alas rotas sin un rumbo seguro hacia el que impulsarme a volar.
Desde tu partida, las noches duelen un poco más de lo que solían. Porque ya nunca me siento en casa, porque casa eras tú, cada vez que me abrazabas y me besabas en la frente, mientras el brillo de tus ojos delataba lo mucho que me querías.
Vuelve, desvistámonos a pedazos y dime que aguantamos un segundo asalto.
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