Hay momentos en la vida que no se olvidan nunca. Momentos
especiales con personas especiales.
Hay determinadas personas que deberían ser eternas. Que
deberían ser inmortalizadas y no en un simple recuerdo.
Lo nuestro fue un amor a primera sonrisa. Un amor de esos de
ver amanecer en el tejado de tu casa, o de inviernos tapados con una manta
viendo películas antiguas, o jugando a juegos de ordenador. Tal vez era un amor
de los de para siempre, y de promesas bonitas al oído. Me gustaste desde la
primera vez que te vi, aunque nunca te lo dije. De echo, creo que siempre te
quise. Pero ni yo misma me dí cuenta.
Te fuiste pero dejaste una parte de tu presencia escondida
bajo las sábanas de mi cama.
Me acuerdo de aquellos días en los que nos reíamos a
carcajadas, y no importaba nada más que el sonido de nuestras voces diciendo te
quieros llenos de futuro y promesas de felicidad a la sombra de un café. Nada
podía con nosotros. Ni siquiera los días grises. Hasta los más negros tenían
colores si tu sonreías
Lo cierto es que te quise y te desquise, te amé y te
desamé.. Con el tiempo logré expulsarte de mi habitación. Pero también es
cierto que sigues aquí. Que una parte de ti no se ha ido. Que una parte de tí
me sigue echando de menos, aunque la otra parte no me pueda ni ver. Supongo que
me pasa lo mismo que a tí, y que por eso me da miedo cuando alguien dice tu
nombre, porque siento como si tuviera mariposas asesinas torturándome el cuerpo
entero. Por eso disimulo que todo va bien. Que ya te he superado. Que ya me he
ido de tu recuerdo. Que me he ido de este congelado lugar llamado soledad. Esa
soledad carcelera que se niega a dejarte ir porque le gusta vivir de las lágrimas
amargas de sus víctimas.
Ya no te quiero tanto como cuando éramos una realidad.
Supongo que he decidido que le voy a hacer caso al diablillo que vive en mi
hombro izquierdo, ese que siempre se esta peleando con el angelito de mi hombro
derecho; que me dice que sea egoísta y busque mi propia felicidad. Así que un
día decidí ignorar mi parte triste, esa que se había caído por las escaleras
con tu adiós, con tu marcha y hacer caso a la otra parte de mí que tenia ganas
de correr, salir, saltar, bailar, y reír hasta hartarse. Ya no te quiero. O tal
vez si. No lo sé. Y tampoco quiero descubrirlo.
El amor no es un error y me mataba que tú pudieras salir de
esto y yo no, como si tuvieras la llave de la jaula en la que mi alma estaba
encerrada y te la hubieras llevado contigo para siempre. Luego descubrí que
existía otra copia de dicha llave. Y mírame ahora, mi corazón esta lleno de
pájaros, de primaveras y de aguas cristalinas.
¿Qué difícil es esto de olvidar, verdad? Aunque lo niegues,
sé que me sigues recordando, que soy esa lágrima que se te cae del ojo derecho
cuando te topas con la pulsera de cuero negro con el símbolo del ying y el
yang, casi por casualidad. Que puta es la vida, y que asqueroso es el destino,
que te dan lo más hermoso, y luego te lo quitan por capricho. Pero así es, y
tampoco se puede hacer nada para cambiarlo. No existe opción alguna.
No se puede luchar contra la corriente del mar, no se puede
ir en dirección opuesta al viento. Imposible encontrar la salida secreta del
laberinto.
Por mucho que lo intentes, siempre saldrás perdiendo.