jueves, 1 de diciembre de 2016

'sabíamos que esto acabaría pasando.'


Ayer volví a caminar por las calles que significaban besarte.
Lo hice porque no me acostumbro a la idea de olvidarte.
A la sensación de que todas las veces que aquellas luces nos alumbraron los labios, quedaron atrás.
Que ahora solo existen un millar de recuerdos y no hay más.
No hay más paseos de tu mano sin rumbo fijo.
No hay más planes espontáneos que dan vida a este corazón descosido.
No hay más bailes cerca de tu ombligo.
No hay sonrisas que acrecenten mis latidos.

Ahora que todo esto está quedando enterrado, creo que me estoy dando cuenta de que realmente sabíamos que esto acabaría pasando.
Que el primer beso fue el inicio de la tormenta, pero que en algún momento dejaría de llover, que llegaría la escasez.
Hay amores de verano en busca de esa diversión que solo te pueden conceder otros labios.
Hay amores de invierno en busca del calor que te dan otros brazos.
Hay amores de otoño, que me recuerdan a eso de que un clavo saca a otro clavo, porque el otoño es la fecha de las hojas caídas, de las horas perdidas, de las muertes en vida.
Y hay amores de primavera que son como un huracán que arrasa con todo. Amores que se basan en correr y que los pies vayan dejando un camino de flores.
Amores de esos que se cuentan con pétalos que dicen "¿le quiero o no le quiero?" Ambos sabíamos el final de esta historia antes de que llegara.
Ambos sabíamos que lo nuestro venía con fecha de caducidad en el reverso.
Ambos sabíamos que empezar, sería el pasado de terminar, y el futuro sería olvidar.
Pero, aún así, olvidarte, ha vuelto a congelarme.

sábado, 5 de noviembre de 2016

Por eso si te preguntas que fue de mí después de ti, ya lo sabes.


Desde tu partida o quizás la mía me he preguntado qué fue de ti cuando desaparecí de tu vida y debo aclarar, no lo hice por gusto lo hice porque era evidente que ya no me necesitabas.
Fue obvio que conociste personas nuevas, quizás mejores personas que yo o quizás no.
Pero si te preguntas lo mismo de mí, te podría decir que después de ti, no fui nadie, desaparecí e incluso hoy no me encuentro, soy un muerto en vida que vaga por las calles buscándote, que trata de encontrarte en cada rostro que ve.
Pasé por la gran pena de que mis amigas me viesen triste por ti, que me vieran con los ojos hinchados por las mañanas y ni siquiera les sonriese por cortesía.
He tratado muchas veces de salir adelante, de fijarme en otras personas tal como tú lo hiciste, pero hay un problema y es que yo, no soy como tú, de egoísta.
No soy capaz de enamorar a más de uno para no sentirme sola por las noches, para no tratar de pensar en ti y tratar de que no me “duelas”.
Sin embargo, sé que algún día voy levantarme y seguiré adelante.
Me enamoraré de alguien a quién yo de verdad quiera y le daré todo lo que tenía para ti y hasta más.
Pasaré por tu lado y te daré una gran sonrisa que te va doler, de ver mi gran felicidad.
Dicen que cada uno recoge lo que siembra, y quizás sí sea verdad.
Yo cosecharé amor y quizás tu coseches soledad y un corazón roto, así como un día me lo dejaste a mí.
Algo me dice que algún día regresarás y te sentarás a mi lado y hablaremos de todo lo que pasó en la ausencia de cada uno y te darás cuenta que nunca debiste de irte de mi lado.
Es verdad que las cosas pasan por algo, que las personas se van de tu vida o entran por alguna u otra razón. Sin embargo, tu tuviste el poder de quedarte conmigo o de así quererlo.
Pero fuiste egoísta y no te importó irte detrás de otras.

Por eso si te preguntas que fue de mí después de ti, ya lo sabes.

domingo, 30 de octubre de 2016

Ya no te quiero. O tal vez si. No lo sé.


Hay momentos en la vida que no se olvidan nunca. Momentos especiales con personas especiales.
Hay determinadas personas que deberían ser eternas. Que deberían ser inmortalizadas y no en un simple recuerdo.
Lo nuestro fue un amor a primera sonrisa. Un amor de esos de ver amanecer en el tejado de tu casa, o de inviernos tapados con una manta viendo películas antiguas, o jugando a juegos de ordenador. Tal vez era un amor de los de para siempre, y de promesas bonitas al oído. Me gustaste desde la primera vez que te vi, aunque nunca te lo dije. De echo, creo que siempre te quise. Pero ni yo misma me dí cuenta.
Te fuiste pero dejaste una parte de tu presencia escondida bajo las sábanas de mi cama.
Me acuerdo de aquellos días en los que nos reíamos a carcajadas, y no importaba nada más que el sonido de nuestras voces diciendo te quieros llenos de futuro y promesas de felicidad a la sombra de un café. Nada podía con nosotros. Ni siquiera los días grises. Hasta los más negros tenían colores si tu sonreías
Lo cierto es que te quise y te desquise, te amé y te desamé.. Con el tiempo logré expulsarte de mi habitación. Pero también es cierto que sigues aquí. Que una parte de ti no se ha ido. Que una parte de tí me sigue echando de menos, aunque la otra parte no me pueda ni ver. Supongo que me pasa lo mismo que a tí, y que por eso me da miedo cuando alguien dice tu nombre, porque siento como si tuviera mariposas asesinas torturándome el cuerpo entero. Por eso disimulo que todo va bien. Que ya te he superado. Que ya me he ido de tu recuerdo. Que me he ido de este congelado lugar llamado soledad. Esa soledad carcelera que se niega a dejarte ir porque le gusta vivir de las lágrimas amargas de sus víctimas.
Ya no te quiero tanto como cuando éramos una realidad. Supongo que he decidido que le voy a hacer caso al diablillo que vive en mi hombro izquierdo, ese que siempre se esta peleando con el angelito de mi hombro derecho; que me dice que sea egoísta y busque mi propia felicidad. Así que un día decidí ignorar mi parte triste, esa que se había caído por las escaleras con tu adiós, con tu marcha y hacer caso a la otra parte de mí que tenia ganas de correr, salir, saltar, bailar, y reír hasta hartarse. Ya no te quiero. O tal vez si. No lo sé. Y tampoco quiero descubrirlo.
El amor no es un error y me mataba que tú pudieras salir de esto y yo no, como si tuvieras la llave de la jaula en la que mi alma estaba encerrada y te la hubieras llevado contigo para siempre. Luego descubrí que existía otra copia de dicha llave. Y mírame ahora, mi corazón esta lleno de pájaros, de primaveras y de aguas cristalinas.
¿Qué difícil es esto de olvidar, verdad? Aunque lo niegues, sé que me sigues recordando, que soy esa lágrima que se te cae del ojo derecho cuando te topas con la pulsera de cuero negro con el símbolo del ying y el yang, casi por casualidad. Que puta es la vida, y que asqueroso es el destino, que te dan lo más hermoso, y luego te lo quitan por capricho. Pero así es, y tampoco se puede hacer nada para cambiarlo. No existe opción alguna.
No se puede luchar contra la corriente del mar, no se puede ir en dirección opuesta al viento. Imposible encontrar la salida secreta del laberinto.

Por mucho que lo intentes, siempre saldrás perdiendo.

sábado, 29 de octubre de 2016

Te metiste donde nadie te llamaba y te fuiste sin pedir permiso.


Ya no recuerdo cuando fue la primera vez que dije que sería la última vez que te escribiría. Pero cuando empiezas a escribir algo grande en una página, en vez de pasar, intentas continuar escribiendo en los bordes y los espacios que quedan entre las líneas, de palabras que saben a tinta mezcladas con dolor.
Pero por mucho que tache todo lo que te llegué a escribir es imposible olvidar todo lo que vivimos. Siempre dijimos que intentaríamos hacerlo lo mejor posible, por si algún día nuestra historia terminase, guardar un buen recuerdo de ella, y que al recordarla solo fuésemos felices.

Pues bien, a mí solo me hace feliz recordar aquellas tardes que pasábamos en tu casa, tirados en el sofá, sin decir nada porque ya se lo decían todo nuestras manos y nuestros labios. Me hace feliz pensar en las huidas, en las escapadas que hacíamos sin planificar. Cuando me mandabas un mensaje y me decías: “estoy en tu puerta esperándote, baja tal y como estés que nadie nos verá, vamos a huir lejos, muy lejos”, y me faltaba tiempo para estar abajo con una coleta hecha con prisas, con un pantalón corto y mi camiseta preferida que me regalaste aquella noche en que me te la dejaste sin querer en el suelo de mi habitación. 
Bajaba como un huracán, y eras capaz de hacerme sentir una revolución cuando me abrazabas y me mirabas con esa sonrisa, para luego regalarme un beso que casi me dabas con los dientes de tanta felicidad como traías. Y te decía me llevases lejos de este barrio, que fuésemos a un lugar por conocer. 
Y es que éramos dos sonrisas a medias que sumaban una, éramos dos cuerpos que empezábamos a sentir vértigo al subir tan alto en esta noria, pero ningún vértigo se comparaba al que sentía mi lengua cuando se balanceaba sin paracaídas por la pendiente de tu cuello. Y hacías que el mundo estuviese, para mí, condenado a pasar desapercibido. Y ahí era cuando más felices llegamos a ser, en esas huidas, en pasar horas en el sofá, a oscuras mientras te leía poemas, textos escritos por mi, las ganas que tenías de quitarte la camiseta y escribirte versos, y darte besos, por toda la espalda. 
Pero llegó un momento en el que a veces me querías y otras simplemente querías poder quererme, pero dejaste de encontrar motivos para hacerlo. Yo no creía en el desamor, pero dejaste de hacerme el amor cada noche y me rompiste. Y te entró miedo, mucho miedo, miedo a estar viviendo en el corazón de alguien, te entró claustrofobia a pasear descalzo por mis sueños. Y el miedo pudo contigo, y en consecuencia con nosotros.

Y hoy sigo pasando por la puerta de tu casa, sigo quedándome allí un rato, mirando ese portal negro con pena, y te veo salir, te veo en muchas partes, incluso he llegado a verte de la mano de otra chica, como si hubieses perdido el miedo. Mientras, yo sigo hablándole de ti a otros chicos en mi cama, hablándoles del vértigo que me hacían sentir con tus besos, de todas las ciudades que recorrimos juntos de la mano, enseñándoles las fotos nuestras con la cámara Polaroid, haciendo el tonto, tapándome la cara con tu gorro gris mientras me mordías la oreja, poniendo cara de tontos –o de enamorados, que viene a ser lo mismo-. Te metiste donde nadie te llamaba y te fuiste sin pedir permiso. Antes huíamos juntos, y hoy huyes de mí. 
Y me pregunto: “¿a cuántos latidos más con tu nombre estoy de romperme el corazón?”.

dónde escondiste nuestra posibilidad de ser eternos.

Un día nos sentaremos frente a frente y me contarás dónde escondiste nuestra posibilidad de ser eternos, por qué no me dejaste hacerte fotos mientras dormías, observarte a través de la mampara mientras te duchabas o mirarte como se mira a lo increíble mientras te peinabas.
Y me lo tendrás que contar todo, sin cafés con azúcar que puedan endulzar la situación, ya que esto ha sido un completo desastre.
No entiendo en qué momento decidiste que esto terminaba así porque sí, que no me dejarías enterrar nunca más mis dedos por debajo de la sábana para acariciar tu espalda, que no me dejarías ser mi otra piel. Y te fuiste, y no conozco peor despedida que volver a saludarte con dos besos. Y ahora nos separan demasiados kilómetros desde del pasillo de tu cama a la mía. Y dada la la buena memoria que tengo para lo que no quiero recordar, puede que nunca me olvide de ti. 

Tú te lo has buscado, eres el semáforo rojo de mi vida, en el que que me encuentro estancada desde que ya no estás, sin poder avanzar.

domingo, 25 de septiembre de 2016

Te fuiste huyendo.


Ojalá nunca leas esto. Ojalá nunca te sientas como yo me siento.

Te fuiste huyendo como si de repente hubiese descubierto que aquel no era el sitio en el que deberías estar. Desde el mismo momento en que nos encontramos decidimos jugar a ver quién sentía menos de los dos, como quien juega con fuego consciente de las quemaduras resultado de ello.
Nos sentíamos invencibles dentro y fuera de las sábanas de la incertidumbre de aquello a lo que nunca pusimos nombre pero siempre quisimos.
Nos hicimos daño de tanta rabia por no querer querer. Nos jodimos por las ganas de solo jugar con la piel.
Hoy es estoy cansada de soñar contigo y nunca despertar a tu lado, cansada de jugar a ver si hoy siento menos que ayer y no parar de perder. Hoy el marrón de tus ojos, me atormenta si me hablan de esperanza, y las noches acaban pero ya no hay mañanas.
Ojalá no leas esto, pero me duele la garganta de tanto callar.
Ojalá no leas esto porque voy a confesar, que me duele, me duele aún el alma de querer(te).

martes, 6 de septiembre de 2016

Ojalá.


Ojalá nos hubiéramos querido tanto
como nos odiamos ahora.
Y es que quizás sólo nos conocimos para saber
a qué sabe el dolor cuando te matan por dentro.
Siempre te dije que ibas a dejar huella,
pero no hacía falta pisarme el corazón tan fuerte para ello.

Yo abrazaba el amor por detrás
y tú te empeñabas en cogerlo fuerte del cuello.
Y hoy me dedico a cerrarle las puertas
a todo el mundo, porque este destrozo es nuestro
y no quiero que nadie entre a arreglarlo,
quién lo rompe lo arregla, y te estoy esperando con todo por medio
y pensando que en algún lugar de estas lágrimas
gotea tu nombre y la posibilidad de haber sido eternos.

Y ahora el daño ya está hecho,
y cuando el daño está hecho no queda otra que sentarse,
en la mesa y comérselo solo y en silencio,
hasta que se termine el plato.
Fuiste ese alguien,
esa piedra en medio del camino
con la que volvería a tropezar cada vez que me levantase.
Siempre duele que te destrocen,
pero tú al menos tuviste estilo para hacerlo, y se agradece.

He estado apunto de admitir que lo nuestro fue un error,
a punto de aprender de ello,

y me ha entrado miedo a olvidar como dueles.

jueves, 1 de septiembre de 2016

Si quieres ser inmortal, enamora a un escritor..


Y te dibujará en muchos versos, te hará protagonista de sus desvelos, como si el escribirte se le hiciera terapia.
Probablemente te habrá dicho un millón de veces lo que siente por ti pero tú aún no lo habrás leído, porque cuando escribe habla contigo.
Y cuando te vayas, con el corazón roto te seguirá escribiendo.
Y aunque le duelas: mentirá.
Mentirá para convertirte en el héroe (qué quizás no hayas sido), de una obra de arte, sobre ti, que nunca vas a leer.
Y se culpará si calla, así que aunque por dentro se caiga a pedazos hará que su relato avance hasta acabar.
Enamora a un escritor y vivirás para siempre entre líneas.
Y te besará con versos.
Te convertirá en arte.